Algunas veces hay que decidirse entre una cosa a la que se está acostumbrado y otra que nos gustaría conocer.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

La vida es maravillosa, pero hay cosas que nos la estropea mucho

A veces siento miedo y te extraño. Creo en dioses y en personas que no conozco en profundidad, y anhelo que me salven. Quiero que me salven. A veces, también, te toco en las fotografías y te siento cerca. Imagino tu olor, tu pelo y algunas mentiras.
El otro día ordené mis cosas y encontré tantas que ya no me pertenecen que me asusté. No como un niño se asusta si se pierde en medio de un centro comercial, o como si tiene que ir al dentista a que le saquen una muela por primera vez. No como un niño que sabe que va al hospital porque su abuelo se está muriendo y se tiene que despedir, o como un niño al que sus padres llevan al parque de atracciones para decirle que se van a divorciar. No, no. No me asusté así.
Me asusté como un niño que se despierta en medio de la noche y no encuentra la luz ni a la persona con la que quería pasar el resto de su vida. Así me asusté yo. Así es el miedo que me vive desde que tomé conciencia de que no estás.

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